Réquiem por la prima de riesgo
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La caída de la prima de riesgo por debajo de los 200 puntos y su retorno a niveles de mayo de 2011, coincidiendo con el inicio de la segunda mitad de la Legislatura, supone el fin de la era de las grandes rectificaciones. No ha habido un agente reformista en la España democrática tan eficaz como la prima de riesgo. Ni siquiera el voto popular, que todos los políticos dicen respetar tanto, ha merecido el calificativo de «marcapasos» del presidente del Gobierno, como ocurrió con este indicador en tiempos de Zapatero.
La prima de riesgo fue el mayor dolor de cabeza que ha tenido el Gobierno en los últimos tres años. Gracias al castigo que supone este índice, que mide la diferencia entre el coste al que se financia España y al que lo hace Alemania, los ciudadanos tomaron dolorosa conciencia de que una política fiscal desordenada tiene un precio altísimo.
No ha habido un agente reformista en la España democrática más eficaz que la prima de riesgo
También gracias a la prima los dos grandes partidos se avinieron a un consenso exprés para reformar la Constitución y consagrar al máximo nivel legal una regla de gasto y la primacía de la devolución de las deudas frente a cualquier otra política de Estado. La prima consiguió que se hiciera una modificación que sólo la Unión Europea había logrado antes y que no han merecido ni las contradicciones de la sucesión monárquica, ni la inutilidad del Senado ni el despilfarro autonómico.
Para aplacar a la prima en España se han hecho varias reformas laborales y de las pensiones, se ordenaron las finanzas autonómicas, se creó una autoridad fiscal, se han hecho reformas financieras, se aprobó la unidad de mercado, se adoptó una ley de transparencia, se hizo una reforma local y una energética... No todas las rectificaciones han sido óptimas, algunas se han quedado a medio camino y otras han fracasado. Pero ahora, sin presión, ya no existirá excusa para mejorarlas o replanteárselas.
Para Zapatero, la prima fue un dogal. Ella doblegó su inventiva política que a veces se desataba e inundaba el BOE de derechos sociales y proyectos onírico-económicos que no había cómo financiar. «Íbamos a reformar los mercados y los mercados nos han reformado a nosotros», dijo el ex presidente. Y la prima fue el látigo con el que lo fustigaron, el martillo con el que rehicieron sus sueños en el yunque económico.
Para Rajoy, la prima casi era cuestión de familia. La conocía bien y le había echado una mano para erosionar a sus rivales. Cuando llegó al poder, durante varias semanas se comportó bien, hasta que descubrió que el cálculo electoral reinaba en las prioridades del presidente. Entonces le mostró su peor cara. A Rajoy no le quedó más que acelerar. En 2014, tendrá que demostrar si, además de los arreones de la prima, detrás de sus políticas había alguna idea sobre cómo quiere que sea España y cómo conseguirlo.
El gran mérito de la caída de la prima es de Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo (BCE). Pero Rajoy se lo disputa, según sus partidarios. Si el mérito fuera de éste, también habría que elogiar que sus reformas en España han logrado que baje la prima de Portugal, Italia e Irlanda, lo cual no tiene lógica. Aunque es verdad que Rajoy, con otros líderes, ha ayudado a crear las condiciones para que Draghi procediera como lo ha hecho.
Paul Krugman, que ha criticado duramente la política ortodoxa del BCE, envainaba su espada contra el euro hace unos días y atribuía aciertos a Draghi. La caída de la prima supone que la fragmentación de la Eurozona se está mitigando y quizás eso permita reactivar los mecanismos de transmisión de la política monetaria y alentar el crecimiento. Es un claro trade-off, como dicen los expertos. Un resultado positivo acompañado de efectos negativos. Los negativos son que los reformistas pierden un aliado, los adictos a la deuda vuelven a respirar y la política puede campar a sus anchas.
johnmuller.es@gmail.com
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