Adiós a un gestor eficaz de lo público
Necrológica
08.01.2014 | 05:30Ver artículo completo en este enlace
Pedro García RabasaEl día 3 de enero de 2014 murió Fernando García Gómez, Tesorero General del Ayuntamiento de Valencia. Justo en el centro de dos momentos simbólicos en el calendario: el primer día del año, Año Nuevo: Nuevas esperanzas, nuevos retos, nueva vida, nuevos proyectos, nuevas intenciones, y la noche de Reyes: ilusión, incertidumbre, deseos, peticiones que se convertirán al siguiente día, con la estrella que guía a los Magos, en la Luz. Fernando ha visto la Luz.
Era Fernando hombre discreto, generoso, moderado, reflexivo, educado y respetuoso. Unía a su impresionante formación humanística „sí, sí, humanística, no de una corteza de cultura superficial„ un conocimiento del Derecho y de la Justicia poco comunes.
Puso ese conocimiento al servicio de las Administraciones y con resultados espectaculares, intangibles unos pero eficaces y otros evaluables en términos económicos. Saben esas Administraciones lo que, con sus atinados juicios y sus actividades efectivas, se ingresó en más y se gastó en menos.
Pero es que, además, en una sociedad de la desmesura „me sabrá perdonar aquél de quien tomo reiteradamente la idea„ Fernando era la tranquilidad, la sencillez, la austeridad. Eso es, Fernando era un hombre austero.
Dedicó su vida al trabajo, a la solidaridad y a la Familia y todos nos sentimos queridos por él. Amó a sus padres y hermanos hasta el extremo, y amó a la familia que creó, su mujer y sus hijos, con la misma intensidad.
Como va dicho, Fernando, era todo eso y más, honrado, firme en sus convicciones y con unos criterios de moralidad, rectitud y bondad que se resumirían, mejor, en los versos de Quevedo:
«No he de callar por más que con el dedo ya tocando la boca o ya la frente silencio avises o amenaces miedo»
Todas estas virtudes están escritas y resumidas „y vuelvo a citar„ en unos versos, ciertamente sentidos y ese es su valor, que figuran en un enterramiento en el Ayuntamiento de Valencia. Versos llegados a nosotros por tradición oral, de su padre y del mío, y que dicen así:
«Yace en ese sepulcro lamentable don€€€€€€€€€€€.
si en lo municipal fue respetable
en €€€€€€€€€€€..
su amistad fue segura; el trato afable; jamás el vicio halló en él portillo; buen padre, amante esposo, fiel vasallo; la memoria me aflige, ruego y callo»
En fin, ha muerto un Hombre. Tan humano. Tan divino.
Era Fernando hombre discreto, generoso, moderado, reflexivo, educado y respetuoso. Unía a su impresionante formación humanística „sí, sí, humanística, no de una corteza de cultura superficial„ un conocimiento del Derecho y de la Justicia poco comunes.
Puso ese conocimiento al servicio de las Administraciones y con resultados espectaculares, intangibles unos pero eficaces y otros evaluables en términos económicos. Saben esas Administraciones lo que, con sus atinados juicios y sus actividades efectivas, se ingresó en más y se gastó en menos.
Pero es que, además, en una sociedad de la desmesura „me sabrá perdonar aquél de quien tomo reiteradamente la idea„ Fernando era la tranquilidad, la sencillez, la austeridad. Eso es, Fernando era un hombre austero.
Dedicó su vida al trabajo, a la solidaridad y a la Familia y todos nos sentimos queridos por él. Amó a sus padres y hermanos hasta el extremo, y amó a la familia que creó, su mujer y sus hijos, con la misma intensidad.
Como va dicho, Fernando, era todo eso y más, honrado, firme en sus convicciones y con unos criterios de moralidad, rectitud y bondad que se resumirían, mejor, en los versos de Quevedo:
«No he de callar por más que con el dedo ya tocando la boca o ya la frente silencio avises o amenaces miedo»
Todas estas virtudes están escritas y resumidas „y vuelvo a citar„ en unos versos, ciertamente sentidos y ese es su valor, que figuran en un enterramiento en el Ayuntamiento de Valencia. Versos llegados a nosotros por tradición oral, de su padre y del mío, y que dicen así:
«Yace en ese sepulcro lamentable don€€€€€€€€€€€.
si en lo municipal fue respetable
en €€€€€€€€€€€..
su amistad fue segura; el trato afable; jamás el vicio halló en él portillo; buen padre, amante esposo, fiel vasallo; la memoria me aflige, ruego y callo»
En fin, ha muerto un Hombre. Tan humano. Tan divino.
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