El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, en la rueda de prensa tras la reunión de junio del supervisor / ARNE DEDERT (EFE)
El BCE inyectará 400.000 millones de euros para reactivar el crédito
El Banco Central Europeo baja los tipos de interés al mínimo histórico del 0,15% y se convierte en el primer gran supervisor del mundo en castigar los depósitos de los bancos en Fráncfort
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Dos disparos secos para empezar. El Banco Central Europeo (BCE)acaba de rebajar los tipos de interés oficiales desde el 0,25% al 0,15%—el mínimo en sus 15 años de existencia— y se ha convertido en el primero de los grandes bancos centrales del mundo en imponer una tasa negativa (del 0,10%) a los depósitos que la banca mantiene en Fráncfort: el equivalente a un impuesto a los bancos que dejen el dinero en la ventanilla en lugar de ponerlo a circular. Solo Dinamarca y Suecia habían hecho en el pasado algo parecido.
Tras el anuncio de los tipos, el presidente del BCE, Mario Draghi, ha comenzado su comparecencia para explicar más medidas contra el riesgo de deflación en la zona euro. Habrá una gran inyección de liquidez de 400.000 millones de euros destinados a créditos a la economía real, y que no podrán usarse ni para hipotecas o préstamos al sector público. Además, Draghi ha anunciado el final del drenaje de liquidez para compensar las compras de bonos soberanos y preparativos para la compra de activos. Los efectos no se han hecho esperar: el euro ha caído nada más conocerse las medidas del BCE y las Bolsas celebran la noticia.
Todos los ojos estaban puestos en el BCE porque se esperaba que Draghi apretara el gatillo en su comparecencia ante la prensa con otras medidas de mayor calado más allá de los tipos, destinadas a desatascar el crédito a medio plazo y, a corto, a debilitar el euro. Así ha sido: habrá nueva barra libre de liquidez de 400.000 millones de euros, con vínculos que obliguen a los bancos que beban de esa copa a prestar el dinero a la economía real, sin que pueda ser usado para créditos hipotecarios ni préstamos al sector público, según ha especificado el presidente del BCE. Serán inyecciones de liquidez, a devolver en septiembre de 2018, y la banca podrá pedir hasta tres veces el dinero destinado a préstamos a particulares y empresas. Los bancos tendrán derecho a solicitar, en un principio, el equivalente al 7% de la cantidad total que conforme su cartera de préstamos al sector privado (también excluyendo hipotecas) de la zona euro, tomando como referencia su balance a 30 de abril de 2014.
Para acceder a esos 400.000 millones, se llevarán a cabo dos subastas para la banca en septiembre y diciembre de 2014. Además, desde marzo 2015 y hasta junio 2016 habrá también subastas trimestrales en las que las entidades podrán solicitar hasta tres veces la cantidad de su capacidad de financiación del sector privado. Los intereses serán los de referencia en el BCE (variables según las decisiones que tome el organismo) más un margen fijo de 10 puntos básicos. Es decir, que ahora serían del 0,25%. 24 meses después de recibir el crédito, los bancos podrán empezar a devolverlo. "habrá varias disposiciones que tendrán como objetivo garantizar que los fondos den apoyo a la economía real", ha advertido Draghi. Para empezar, las entidades que no hayan cumplido determinados niveles de facilidad de crédito a la economía real, serán obligadas a pagar los préstamos en septiembre de 2016.
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También habrá otras medidas, como el final del drenaje de liquidez para compensar las compras de bonos soberanos. Hasta ahora, el BCE contrarrestaba la adquisición de estos títulos en el mercado secundario, operación con la que inyectaba dinero, con la venta de otro tipo de activos por el mismo valor. Ahora dejará de esterilizar la compra de bonos públicos, lo que supone la inyección de unos 165.000 millones de euros en la economía, y también un aumento en la misma proporción del balance del banco central.
El BCE también ha iniciado los preparativos para la compra de títulos respaldados por activos, las compras de activos a gran escala (quantitative easing, en la jerga anglosajona característica de los banqueros centrales). Es una manera de intervenir directamente en el crédito, sorteando la intermediación bancaria, que el banco central pretende focalizar en los títulos de deuda del sector privado.
El banco central abandona así ocho largos meses de inactividad en los que la inflación ha caído hasta la zona de riesgo –con el IPC en el 0,5%, muy lejos del objetivo del 2%, y riesgos de mayores caídas--, con una recuperación diabólicamente lenta –el PIB de la eurozona creció el 0,2% en el primer trimestre--, con el paro en máximos y, en fin, con escasas expectativas de salir de ese túnel mientras el crédito caiga y siga asfixiando a miles de empresas viables.
Hay en el último lustro una polución de sintagmas que contienen el adjetivo “histórico” vinculado a las decisiones del BCE. Pero es cierto que los recortes de tipos de este jueves (tanto el del precio oficial del dinero como el de la tasa de depósitos) son, una vez más, “históricos”. Los tipos negativos adentran al BCE en aguas desconocidas. Pero apenas tendrán efectos reales: son más un signo, un símbolo de que el Eurobanco puede ir más lejos que una herramienta efectiva, con los tipos de interés (la medida del miedo en una economía) muy cerca de la zona cero desde hace ya mucho tiempo.
Hoy era un día clave para el todopoderoso Mario Draghi, que junto a la canciller Angela Merkel se ha erigido como el principal gestor de la crisis del euro y que debe satisfacer las enormes expectativas en los mercados de divisas, de renta variable, deuda pública y de casi todo lo demás. La caja de herramientas del BCE es conocida y las medidas fundamentales están descontadas, por lo que buena parte de su impacto depende del lenguaje utilizado por el jefe del BCE, un auténtico maestro del teatrillo de las intervenciones de política monetaria verbales. Una crisis que, a la vista de la enésima ronda de medidas excepcionales, inéditas, extraordinarias e “históricas”, dista mucho de haberse acabado. A pesar del optimismo profesional en Bruselas, en algunas capitales y, de vez en cuando, en la mismísima Fráncfort.
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